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Eero Saarinen

  • 23/05/2012
Eero Saarinen Eero Saarinen (1910-1961) forma parte de una generación de arquitectos y diseñadores que, con figuras tan relevantes como Charles Eames, Harry Bertoia o George Nelson, abandonaron las líneas rectas del funcionalismo más industrial para dar paso a formas orgánicas de elaboración artesanal que convirtieron a Estados Unidos en el centro del movimiento de vanguardia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Nacido en Kirkkonummi, Finlandia, en 1923 se trasladó a vivir a Estados Unidos con su familia ya que su padre, el arquitecto Eliel Saarinen, había obtenido el segundo premio en el concurso organizado para la construcción del rascacielos Chicago Tribune (el ganador fue Frank Lloyd Wright), lo que le proporcionó una plaza de profesor en la Universidad de Michigan. Eero estudió escultura durante 1929 y 1930 en la Académie de la Grande Chaumiére de París para cursar a continuación arquitectura en la Universidad de Yale, que le concedió una beca que le permitió viajar por Europa. De vuelta a casa, y tras participar en diversos proyectos de diseño, ingreso en el estudio de arquitectura que había abierto su padre y allí permaneció hasta la muerte de éste; la figura paterna fue esencial en su vida hasta el punto de que, a pesar de sentirse escultor, nunca se planteó otra cosa que no fuera trabajar como arquitecto al lado de su progenitor. En esa época también trabajó como profesor en la Cranbrook Academy y allí conoció a Charles Eames, con el que colaboró en un proyecto de diseño de muebles que obtuvo el primer premio en la exposición “Organic Design in Home Furnishings” organizada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1940; aunque continuaron colaborando ambos evolucionaron por diferentes vías, abandonando su actividad conjunta, que no su amistad, hacia 1946 al enrolarse Eames en la compañía Herman Miller y Saarinen en Knoll Associates, empresa para la que creó algunos de los muebles más importantes del siglo XX, como la silla Tulip (1955) que continúan editándose hoy en día. Como arquitecto conservó el interés por las formas y las composiciones orgánicas y exploró las posibilidades expresivas de las estructuras de bóveda. Trabajó para grandes empresas y es uno de los primeros ejemplos de arquitecto mediático, llegando a ocupar la portada de revistas tan populares como Time, lo que motivó el escepticismo y recelo de los académicos. Pero él estaba decidido a ampliar la gama expresiva de la arquitectura moderna, definiendo un carácter especial en cada edificio, en una exhibición implícita de la pericia de la ingeniería estadounidense. Todo ello se plasmó en una de sus obras más destacadas: el Arco Gateway en San Luis (1949-1962), una enorme estructura parabólica de 192 metros de altura que combina hormigón y acero, erigido para conmemorar la expansión de Estados Unidos hacia el oeste durante la presidencia de Jefferson. Y aunque su mayor encargo fue el centro de General Motors en Michigan, quizá su obra maestra sea la terminal de la TWA en el aeropuerto internacional Kennedy de Nueva York, concebida a través de formas orgánicas que recordaban a pájaros o aviones en pleno vuelo. En definitiva, Saarinen tenía un concepto de la arquitectura muy próximo al arte, se consideraba más un creador de formas que un arquitecto, lo que proporciona a sus obras un marcado carácter escultórico. Nacho Cabrera Marcos Fernández Este artículo también lo podrás encontrar enLa Vivienda Marina Alta

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