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Joe Colombo

  • 25/04/2012
Joe Colombo Cesare Colombo (1930-1971), casi un desconocido para el gran público, es uno de los diseñadores italianos más importantes de la historia. Artista polifacético y adelantado a su tiempo, vivió la vida a toda velocidad, como si fuera una carrera. En un tiempo en el que todos los arquitectos manejaban referencias históricas, a él no le interesaba el pasado, vivía el presente como principio de un futuro que, paradójicamente, no conoció ya que con 41 años fallecía de un ataque al corazón cuando se disponía a inaugurar la exposición “Italia: el nuevo paisaje doméstico” en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El gran Alessandro Mendini, que ha firmado algunos de los relojes más destacados de Swatch, recuerda que el primer reloj de plástico que vio en su vida estaba en la muñeca de Colombo. Siempre acompañado de una pipa, era original hasta en el nombre; sus alumnos del Politécnico de Milán le pusieron el apodo de Joe porque su envergadura, su barba, y su pelo rojizo les recordaba a los norteamericanos, una broma que, lejos de molestar a Cesare, le hizo tanta gracia que comenzó a utilizar ese seudónimo. Colombo, nacido en el seno de una familia burguesa, había estudiado pintura en la Academia de Bellas Artes de Brera y en 1950 se unió al equipo Movimiento Nuclear, un grupo de artistas vanguardistas liderado por Enrico Baj, para iniciar poco después sus estudios de arquitectura en el Politécnico de Milán. En 1959 fallecía su padre y se tuvo que hacer cargo tanto de la educación de su hermano pequeño como del negocio familiar de componentes eléctricos; en aquel momento tuvo la certeza de que el también iba a morir pronto y que debía darse mucha prisa, con lo que abrió un estudio en Milán y comenzó a diseñar muebles e interiores. Su propio apartamento en la Via Argelati servía de laboratorio en que aplicar cada nueva idea, siempre con el apoyo de su mujer Elda. En su corta carrera trabajó en productos que combinaban las innovaciones tecnológicas con un nuevo enfoque a la hora de concebir su utilidad; creía que un diseñador no podía limitarse a crear productos, sino que también debía dar forma al entorno en el que vivía. Una de sus principales aportaciones fueron sus “unidades de viviendas móviles” inspiradas en los avances de la tecnología espacial, nada extraño en alguien que, ya por aquel entonces, vaticinó el uso masivo de teléfonos móviles. En 1963 diseñó su cocina Mini-Kitchen y la silla Elda, que recordaba a una habitación porque permitía girar y aislarse del entorno al que se sentaba sobre ella. Para Kartell desarrolló la silla Universale y esta misma compañía acaba de reeditar su Butaca 4801, un auténtico símbolo del diseño de los años sesenta; también Oluce continúa produciendo modelos como la lámpara Coupé. En su último año de vida firmó una de sus propuestas más avanzadas: la “unidad totalmente amueblada”, que resolvía las necesidades de los hogares reuniendo sus cuatro secciones (cocina, armario, cama y baño) en un elemento que se podía trasladar en el interior de la casa. En definitiva Colombo era, sobre todo, un futurista; no soñaba, sino que se adelantaba, y supo ver claramente cuáles serían los materiales del futuro; todo lo que diseñaba era posible. Para Ettore Sottsass (blog, 28-03-12) “era un líder, y los que van por delante pagan el precio de la soledad y la incomprensión”. Nacho Cabrera Marcos Fernández Este artículo también lo podrás encontrar enLa Vivienda Marina Alta

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